Sábado, 15 de Noviembre de 2025

Isla de La Gomera
Sábado, 24 de Febrero de 2018

Un paseo por San Sebastián (1936)

La entrada a la bahía nos da la sen­sación de que se trata de un enorme hormiguero donde sus moradores des­pliegan ampliamente todas sus activi­dades. Uno de los pasajeros que viene a bordo, hombre conocedor ya de esta isla me dice, señalando hacia la base de la montaña llamada "La Hila":

— ¿Ve usted esas obras? Pues ese es el comienzo de la construcción de un puerto en la rada de esta bahía, cuyo coste se aproxima a unos seis millones de pesetas, y que le harán, probablemente, por su situación e im­portancia, el que llegue a ser uno de los principales de Canarias.

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Hasta el vapor llegan los ruidos es­tridentes de las automáticas perforadoras que sin cesar van descarnando el monte; cediendo con ello más cam­po de acción al mar, que parece se im­pacienta por no invadirlo todo.

 

Hemos verificado el desembarque con toda facilidad, aunque actualmente es un poquillo dificultoso hacer tales operaciones cuando el mar no está tran­quilo, puesto que del barco hay que descender a un bote el cual nos traslada a una pequeña escalinata que está al comienzo de un dique de atraque.

 

Un paseo por la villa

 

San Sebastián, como ya hemos di­cho, es la capital de la isla y el primer pueblo donde Juan de Bethencourt si­tuó junto a la Cruz el Pabellón de Cas­tilla, tomando posesión de él en el ve­rano de 1404.

 

Consta su población de 6.700 habi­tantes. Es muy pintoresco y alegre, contando con plazas corno la Libertad y calles como la de 14 de Abril, am­plias y bien urbanizadas que en nada tienen que envidiar a las mejores de las demás capitales da esta provincia.

 

Francamente, Sebastián no es muy grande, pero sin embargo está muy bien unido y delineado, todo lo cual ofrece una hermosa perspectiva.

 

Cuenta también con una larga pla­ya donde frecuentemente se bañan mu­chas gentes por la tranquilidad casi perenne de sus aguas, a la vez que, lo magnífico de su suelo, formado de arena volcánica y negruzca, permite un suave andar sin ser molesto por chinas ni pedrizcos.

 

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Una de las particularidades más dig­nas de ser destacadas que hemos ob­servado en San Sebastián, es la de que la mayoría de las obras públicas rea­lizadas en esta villa, han sido por ini­ciativa del pueblo mismo, pues los do­mingos por la mañana se reunían un crecido número de hombres que volun­taria y gratuitamente se dedicaban a las citadas obras de pavimentación, mientras que los materiales se adqui­rían también por medio de donaciones que hacían las casas de materiales de construcción situadas en San Sebas­tián.

 

En esta localidad radican los Cen­tros superiores de la isla tales como la Delegación del Gobierno, Juzgado de Instrucción, Cabildo Insular, Adminis­tración de Puertos Francos, Registro de la Propiedad, Notarial, Centro de Telégrafos, de Correos, Recaudación de Contribuciones, Subdelegación de Ma­rina, Depositaría de Hacienda, Coman­dancia Militar, Arcipresto, Subdelega­ción de Medicina y de Farmacia, Agen­cias de Bancos, etc., contando, como es natural, con su Ayuntamiento, consti­tuido por catorce concejales, Juzgado municipal y Parroquia.

 

Tiene en materia sanitaria un Hos­pital insular y un Consultorio médico oftalmológico, que patrocina y subven­ciona el Cabildo y se encuentra asisti­do por Hermanas de la Caridad. Posee personal facultativo competentísimo y está dotado de todo material quirúr­gico moderno y montado con todos  los adelantos de la ciencia.

 

Cuenta con once escuelas de instrucción primaria y está en vías de creación un Instituto de Segunda En­señanza.

 

Tampoco, claro es, ha de faltar la tropa de "boy-scouts" (Exploradores de España) la cual es numerosa y en unión de la ambulancia de la Cruz Ro­ja Española, viene activamente pres­tando buenos y excelentes servicios.

 

Su iglesia parroquial, cuyo edificio se encuentra situado al centro de la población, luce como portada un anti­quísimo "gótico", que le hace destacar como una de las más viejas de su tipo en Canarias, formándola tres espacio­sas naves, capilla mayor, artísticos altares y coro, destacándose entre aqué­llos los llamados "Mayor", que según dicen fué traído de Flandes, y el de Nuestra Señora del Pilar, este último construido a expensas del que fué Comandante Militar de la isla, don Diego Bueno Echevarría, con motivo de fiel promesa que hizo y cumplió a dicha de­voción en un ataque a este pueblo de la escuadra y desembarque realizada por Widon, Almirante holandés [inglés]. En el lado del Evangelio y dentro del altar mayor, se hallan enterrados los restos del histórico general Rejón, herido mortal-mente como ya dijimos, en una enco­naba batalla sostenida en el barranco de Hermigua.

 

La "Torre del Conde"

 

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Se distingue en esta villa el antiguo torreón llamado "Torre del Conde". Es­te histórico monumento que data de muchos siglos, actualmente se encuen­tra intacto, pues en su parte exterior no se halla ningún deterioro.

 

Consta esta torre de dos pisos, un sótano y azotea estando todos comuni­cados por una escalera que conduce desde la parte inferior edificio a la superior. Dentro de este torreón se hallan aún los zarcillos del Conde, los cuales son de hierro labrado en capri­chosos dibujos.

 

Según cuentan los hombres viejos de esta villa que al fin y al cabo son los mejores historiadores del pueblo, aun­que en sus relatos haya cierta mezcla de leyendas y supersticiones, parece que el Conde Hernán Peraza, hijo de doña Inés de igual apellido, a quien por ser su predilecto, su madre, al fa­llecimiento de Diego Herrera, le enco­mendó el gobierno de esta isla, dándo­se éste a una vida triviliaria y beleidosa, se enamoró un día de una gomera, no obstante hallarse casado con doña Beatriz de Bobadilla, y con la cual qui­so sostener relaciones ilícitas, habién­dole dado cierta noche una cita para que fuera, a una cueva de su pertenen­cia, pero la referida gomera le contó lo que sucedía a su padre, el cual irritado por la osadía del Conde se enca­minó a la cueva en unión de un hijo suyo a esperar al noble, y estando allí, su hijo, que le acompañaba, interrogó al padre, diciéndole:

 

—Padre ¿y si se enteran?

A lo que el padre respondió:

—Únicamente lo sabrán por ti.

Al mismo tiempo que con un cuchi­llo que llevaba le asestó una puñalada en la espalda que lo dejó muerto instantáneamente.

 

Al poco rato de ocurrir esta trage­dia en la cueva, se presentó el Conde, pensando encontrar en ella a la joven, pero no fué así, sino que por el contra­rio halló al padre de la chica, que sin darle tiempo a huir ni defenderse le dió varias puñaladas, matándolo.

 

De ahí que se denomine a la citada cueva con el nombre de "La Cueva del Conde".

 

La Casa de Colón

 

Otro edificio no menos histórico e interesante es la llamada "Casa de Colón".

 

La historia de esta casa es un poco más confusa que la de la "Torre del Conde", y se presta a mayor fantasía imaginativa por parte de los cronistas.

 

Sin querer con esto dar matiz de fidelidad al relato, so cuenta que en es­ta casa de construcción muy antigua, que se halla situado en la calle 14 de Abril, estuvo Cristóbal Colón residien­do una breve temporada en unión de un pescador de la Península.

 

También se dice que cuando el in­trépido navegante emprendió su viaje a América al pasar por frente a la cos­ta de la isla de la Gomera se le averió una de sus carabelas, creyéndose que fué lar "Pinta", por lo que arribó a es­ta isla, mientras envió la nave averiada a Las Palmas en donde fué reparada.

 

Durante su estancia en esta isla cuentan que se alojó en la misma casa en la que con anterioridad había esta­do habitando, habiéndose además apro­visionado de víveres en esta villa antes de emprender su gran viaje, que dió por resultado el descubrimiento de un mundo nuevo.

 

Por eso es que se están haciendo las gestiones necesarias a fin de que en San Sebastián de la Gomera se erija un monumento a Colón por haber sido el último puerto que visitó antes de marchar para América.

 

Epílogo

 

San Sebastián de la Gomera. Lugar encantador. Paisaje de melancolía. Rincones históricos y legendarios. Re­tóricos de una hermosura perenne.

 

Motivos de belleza, poesía, y ensue­ños y más que nada amor, que es la esencia de los otros elementos.

 

Dulces recuerdos revividos, que son ahora deliciosas realidades, y eso es porque no hemos mirado a esta villa con ojos de turistas en tránsito sino como eternos enamorados...

 

 

Arturo Navarro Grau

 

Diario Hoy. Domingo 2 de febrero de 1936.

 

 

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