Envejecimiento
Desde tiempos inmemoriales, la lucha por detener el calendario y los devastadores efectos del mismo sobre la inexorable ley natural que, queramos o no, nos lleva al proceso del envejecimiento humano, ha sido una constante en todas las civilizaciones que pueblan el ancho mundo. Las consecuencias de esta pelea, es evidente que se han dejado sentir, pues hoy en día podemos ver cómo, década tras década, se va consiguiendo alargar el promedio de vida de los habitantes del planeta y se mantiene el sueño, unánimemente asumido por los estudiosos de la gerontología, de que en no mucho tiempo una gran parte de la población mundial llegará a sobrepasar los cien años de vida.
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Leoncio Bento Bravo
El problema del envejecimiento no estriba en la ineludible obviedad de que todos nos tenemos que morir, pues esto no se discute, sino en la consideración de cómo y con qué actitud tenemos que enfocar la vida para afrontar el proceso natural del deterioro de nuestra arquitectura celular, priorizando por encima de todo la calidad sobre la cantidad en la existencia que el siempre misterioso azar nos haya diseñado.
“Añadir vida a los años y no años a la vida” es una conocida frase, que escuchamos en multitud de foros orales y escritos, con las mismas palabras o parecidas, y cuya autoría la han hecho suya una gran cantidad de intelectuales de diferentes épocas. Por tanto, puede considerarse una sentencia universal que nos alerta de la importancia de vivir los últimos años de la vida añadiéndoles entusiasmo y creatividad, poniendo en un segundo plano el concepto de la longevidad. Esto es, en esencia, el eje principal de lo que quiero transmitir en este artículo.
Son muchas las personas que al terminar su vida laboral, es decir, al entrar en la jubilación, se instalan en un periodo de rutina y de abulia, con esa sensación triste de que ya no tienen nada que hacer en la vida y que solo les queda la opción de esperar a que llegue la parca; lo que es lo mismo, ir sumando años a la vida hasta que esta se extingue sin ninguna otra motivación. Por eso es tan importante vivir ilusionados, marcándose metas y objetivos, aunque sean a corto plazo, pues este es, sin duda, el verdadero camino a seguir para llenar de vida los años y no sumar años a la vida sin ton ni son.
La historia está llena de personajes famosos, de diferentes gremios, que han mantenido su actividad hasta el final de la vida y que son un ejemplo a imitar. Y, más o menos, todos coinciden en una cosa: ya que morir es inevitable, debemos alejar el momento en que se empieza a morir que es cuando ya no hay nada más que aportar a lo ya realizado. Me entristece ver, cuando paseo por el pueblo, a algunos mayores sentados al sol del invierno, con la mirada perdida en el horizonte, que a la pregunta del saludo de rigor de “qué tal está”, su cabizbaja respuesta no sea otra que “aquí estoy matando el tiempo”, sin ni siquiera pararse a pensar que es el paso del tiempo, con lentitud vacua, quien lo está matando a él.
El proceso de envejecimiento es variable y depende de infinidad de factores. Algunos de ellos, como la genética y el medio ambiente, son comunes a todos los pueblos y razas, y sobre los mismos poco podemos hacer para cambiarlos, puesto que ya nos vienen dados. Sin embargo, otros como la educación, la prevención de enfermedades, los cuidados personales o la huida de la soledad, sin ir más lejos, sí que son susceptibles de intervenir en ellos para procurar vivir los postreros años en las mejores condiciones posibles.
La jubilación es, normalmente, una exigencia que por ley imponen los gobiernos y no queda otra alternativa que aceptarla y cumplirla a rajatabla. Pero no a todo el mundo le sienta igual de bien esta imposición gubernamental. En todo caso, hay quienes prefieren seguir en la pelea mientras las condiciones físicas y mentales no les abandonen, y esto es algo que los dirigentes políticos deberían tener en cuenta, como ya está sucediendo en algunos otros países de nuestro entorno, dictando leyes no tan estrictas en este sentido.
No debemos olvidar que llegar a soplar muchas velas y hacerlo con salud tiene un coste, en el que la voluntad juega un papel fundamental. Aunque esta virtud se va perdiendo con el paso de los años por fatiga física o por falta de estimulación, hay que tener siempre presente que si se ejercita, lo mismo que le ocurre a un músculo, se puede engrandecer. Ser creativo, cultivar la mente con la lectura y otros pasatiempos que nos ayuden a pensar, cuidar la salud con una alimentación saludable y ejercicios físicos metódicos adaptados a los años, es una receta básica para ralentizar el envejecimiento. También es importante no perder el sentido del humor, estrechar los lazos familiares, fortalecer la paciencia y procurar olvidar las ingratitudes y las adversidades. Todo esto, junto a ese poco de fortuna que nos debe acompañar a lo largo de la vida, que por supuesto siempre tendrá carácter individual sujeta a las inciertas vicisitudes que el destino nos tenga reservadas, hará que concluyamos el periplo vital con el mayor grado de felicidad y bienestar anhelado.
L.Bento
Leoncio Bento Bravo
El problema del envejecimiento no estriba en la ineludible obviedad de que todos nos tenemos que morir, pues esto no se discute, sino en la consideración de cómo y con qué actitud tenemos que enfocar la vida para afrontar el proceso natural del deterioro de nuestra arquitectura celular, priorizando por encima de todo la calidad sobre la cantidad en la existencia que el siempre misterioso azar nos haya diseñado.
“Añadir vida a los años y no años a la vida” es una conocida frase, que escuchamos en multitud de foros orales y escritos, con las mismas palabras o parecidas, y cuya autoría la han hecho suya una gran cantidad de intelectuales de diferentes épocas. Por tanto, puede considerarse una sentencia universal que nos alerta de la importancia de vivir los últimos años de la vida añadiéndoles entusiasmo y creatividad, poniendo en un segundo plano el concepto de la longevidad. Esto es, en esencia, el eje principal de lo que quiero transmitir en este artículo.
Son muchas las personas que al terminar su vida laboral, es decir, al entrar en la jubilación, se instalan en un periodo de rutina y de abulia, con esa sensación triste de que ya no tienen nada que hacer en la vida y que solo les queda la opción de esperar a que llegue la parca; lo que es lo mismo, ir sumando años a la vida hasta que esta se extingue sin ninguna otra motivación. Por eso es tan importante vivir ilusionados, marcándose metas y objetivos, aunque sean a corto plazo, pues este es, sin duda, el verdadero camino a seguir para llenar de vida los años y no sumar años a la vida sin ton ni son.
La historia está llena de personajes famosos, de diferentes gremios, que han mantenido su actividad hasta el final de la vida y que son un ejemplo a imitar. Y, más o menos, todos coinciden en una cosa: ya que morir es inevitable, debemos alejar el momento en que se empieza a morir que es cuando ya no hay nada más que aportar a lo ya realizado. Me entristece ver, cuando paseo por el pueblo, a algunos mayores sentados al sol del invierno, con la mirada perdida en el horizonte, que a la pregunta del saludo de rigor de “qué tal está”, su cabizbaja respuesta no sea otra que “aquí estoy matando el tiempo”, sin ni siquiera pararse a pensar que es el paso del tiempo, con lentitud vacua, quien lo está matando a él.
El proceso de envejecimiento es variable y depende de infinidad de factores. Algunos de ellos, como la genética y el medio ambiente, son comunes a todos los pueblos y razas, y sobre los mismos poco podemos hacer para cambiarlos, puesto que ya nos vienen dados. Sin embargo, otros como la educación, la prevención de enfermedades, los cuidados personales o la huida de la soledad, sin ir más lejos, sí que son susceptibles de intervenir en ellos para procurar vivir los postreros años en las mejores condiciones posibles.
La jubilación es, normalmente, una exigencia que por ley imponen los gobiernos y no queda otra alternativa que aceptarla y cumplirla a rajatabla. Pero no a todo el mundo le sienta igual de bien esta imposición gubernamental. En todo caso, hay quienes prefieren seguir en la pelea mientras las condiciones físicas y mentales no les abandonen, y esto es algo que los dirigentes políticos deberían tener en cuenta, como ya está sucediendo en algunos otros países de nuestro entorno, dictando leyes no tan estrictas en este sentido.
No debemos olvidar que llegar a soplar muchas velas y hacerlo con salud tiene un coste, en el que la voluntad juega un papel fundamental. Aunque esta virtud se va perdiendo con el paso de los años por fatiga física o por falta de estimulación, hay que tener siempre presente que si se ejercita, lo mismo que le ocurre a un músculo, se puede engrandecer. Ser creativo, cultivar la mente con la lectura y otros pasatiempos que nos ayuden a pensar, cuidar la salud con una alimentación saludable y ejercicios físicos metódicos adaptados a los años, es una receta básica para ralentizar el envejecimiento. También es importante no perder el sentido del humor, estrechar los lazos familiares, fortalecer la paciencia y procurar olvidar las ingratitudes y las adversidades. Todo esto, junto a ese poco de fortuna que nos debe acompañar a lo largo de la vida, que por supuesto siempre tendrá carácter individual sujeta a las inciertas vicisitudes que el destino nos tenga reservadas, hará que concluyamos el periplo vital con el mayor grado de felicidad y bienestar anhelado.
L.Bento
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