La indigestión de Mazón
Cuando has estado un tiempo en funciones de máxima responsabilidad pública, sabes, por propia experiencia que no hay muchas explicaciones posibles para la actuación del presidente de la Comunidad Valenciana y su gobierno.
![[Img #97153]](https://gomeraverde.es/upload/images/11_2024/5336_cristopher-marrero-670x431.jpg)
Cristopher Marrero Galvan
Recuerdo perfectamente las palabras del jefe de parque y resto de compañeros y compañeras Bomberos Voluntarios de Valle Gran Rey cuando en todos los encuentros que mantuvimos en aquellos días, nos “leían la cartilla”, permítanme la expresión cariñosa, sobre las responsabilidades inherentes al ejercicio del gobierno y particularmente de la alcaldía en materia de protección civil.
Fruto de aquellas palabras, que estoy seguro, D. Guillermo Barroso, recordará igual que yo, y del recuerdo perenne de unas palabras de quien fue muchos años director del Hotel Gran Rey, D. Alberto Sanmartí, que decía que lo importante no es saber de todo, sino tener el número de teléfono de quien sabe, formamos un equipo de trabajo muy potente y comprometido con el que en poco menos de un año se redactaron el Plan de Seguridad de las Playas , el Plan de Emergencias Municipales, el Convenio de Colaboración con la Policía Canaria, el intento de recuperación de la Radio Municipal como elemento de comunicación con todos los vecinos del municipio, la licitación por primera vez del servicio de Socorrismo o el sueño de construir un Edificio de Protección Civil para albergar todos los equipos de protección civil y ceder, por convenio, espacio a los Bomberos Voluntarios. Un grupo de hombres y mujeres de nuestro municipio para los que no tengo más que palabras de admiración, reconocimiento y gratitud.
Por esa misma experiencia vivida, por la responsabilidad del cargo ejercido y por humanidad no dejan de sorprenderme e indignarme las noticias que cada día, una vez superados los momentos más dramáticos, salen a la luz, no tratando de esclarecer sino de embarrar las responsabilidades de lo ocurrido.
No tiene explicación alguna que nadie en el gobierno valenciano quisiera escuchar las reiteradas llamadas de la delegada del Gobierno, advirtiendo de lo que estaba ocurriendo Quizás la agenda diaria del presidente y su comida privada, de la que no se ha dado explicación alguna, eran inaplazables o quizás el menú terminó en una sobremesa al más puro estilo del politic business, con copa, puro o algún otro menester que imponía ignorar las advertencias y las más elementales responsabilidades.
Muy probablemente soberbia, ignorancia, temeridad y negacionismo se mezclaron en un coctel perfecto de desidia y osadía del que despertaron súbitamente con un mensaje de alerta tardía, cuando ya muchas personas habían perdido la vida o estaban luchando por conservarla sumergidos en lodo. Pero en aquel momento, además de indigesta, la factura de la comida de Mazón era incalculable.
La rabia y el dolor de todos y todas las afectadas es comprensible y tan compartida que muchos, estos días, hemos llorado a kilómetros de distancia por la impotencia de escuchar testimonios desgarradores de gente cuyas vidas han quedado rotas para siempre. Sin embargo, nunca estos sentimientos deberían transformarse en comportamientos violentos y por primera vez, desde que tengo memoria, hemos asistido a una agresión física y verbal a la monarquía.
Este hecho inédito representa una nueva realidad. La muerte de los valores cívicos alentada por una horda de gurús, influencers analfabetos y medios de desinformación capaces de manosear y manipular la verdad de la forma más torticera posible para comunicar mentiras y medias verdades que se extienden más rápido que la pólvora. por las redes.
Los tiempos están cambiando y la gente no quiere noticias, no quiere verdades, no quiere información. La gente consume contenido, videos cortos, fotografías impactantes y cualquier acto de propaganda y adoctrinamiento que permita señalar con dedo acusador a quien convenga culpar e igual vale un inmigrante que se juega la vida en una patera buscando una vida mejor, que una ONG, que la Iglesia, que el presidente del Gobierno; invertir, mentir y repetir hasta viralizar. Este es el nuevo mantra mediático que nos obliga a ser más exigentes, más prudentes y críticos que nunca con todo cuanto vemos.
Estos días hemos podido ver como científicos, militares y alcaldes han puesto en evidencia las incongruencias de un gobierno valenciano sobre el que recae la responsabilidad de no haber actuado con la debida diligencia y hemos visto como se practica una vez más esta nueva política de trileros y actores más ocupados de ganar el relato que de actuar con honradez y con honor. No hemos escuchado aún más disculpas que las del Rey, en Paiporta y esto es inadmisible.
Y mientras las pistas del circo no dejan de crecer, quizás sea hora de reconocer la verdad más dolorosa. La única verdad sobre la que tenemos algo que decir. Y esa verdad es que la culpa también es nuestra. Culpables por verlo, culpables por compartirlo y viralizarlo, culpables por hablar sin saber, por no tener la inquietud de informarnos y culpables por votarles, porque a estas horas cualquier político honrado, coherente y con un mínimo de dignidad hubiera asumido su responsabilidad. Lamentablemente parece que sólo en los juzgados se podrán esclarecer las responsabilidades y las verdades de esta infame tragedia.
Cristopher Marrero Galvan
Recuerdo perfectamente las palabras del jefe de parque y resto de compañeros y compañeras Bomberos Voluntarios de Valle Gran Rey cuando en todos los encuentros que mantuvimos en aquellos días, nos “leían la cartilla”, permítanme la expresión cariñosa, sobre las responsabilidades inherentes al ejercicio del gobierno y particularmente de la alcaldía en materia de protección civil.
Fruto de aquellas palabras, que estoy seguro, D. Guillermo Barroso, recordará igual que yo, y del recuerdo perenne de unas palabras de quien fue muchos años director del Hotel Gran Rey, D. Alberto Sanmartí, que decía que lo importante no es saber de todo, sino tener el número de teléfono de quien sabe, formamos un equipo de trabajo muy potente y comprometido con el que en poco menos de un año se redactaron el Plan de Seguridad de las Playas , el Plan de Emergencias Municipales, el Convenio de Colaboración con la Policía Canaria, el intento de recuperación de la Radio Municipal como elemento de comunicación con todos los vecinos del municipio, la licitación por primera vez del servicio de Socorrismo o el sueño de construir un Edificio de Protección Civil para albergar todos los equipos de protección civil y ceder, por convenio, espacio a los Bomberos Voluntarios. Un grupo de hombres y mujeres de nuestro municipio para los que no tengo más que palabras de admiración, reconocimiento y gratitud.
Por esa misma experiencia vivida, por la responsabilidad del cargo ejercido y por humanidad no dejan de sorprenderme e indignarme las noticias que cada día, una vez superados los momentos más dramáticos, salen a la luz, no tratando de esclarecer sino de embarrar las responsabilidades de lo ocurrido.
No tiene explicación alguna que nadie en el gobierno valenciano quisiera escuchar las reiteradas llamadas de la delegada del Gobierno, advirtiendo de lo que estaba ocurriendo Quizás la agenda diaria del presidente y su comida privada, de la que no se ha dado explicación alguna, eran inaplazables o quizás el menú terminó en una sobremesa al más puro estilo del politic business, con copa, puro o algún otro menester que imponía ignorar las advertencias y las más elementales responsabilidades.
Muy probablemente soberbia, ignorancia, temeridad y negacionismo se mezclaron en un coctel perfecto de desidia y osadía del que despertaron súbitamente con un mensaje de alerta tardía, cuando ya muchas personas habían perdido la vida o estaban luchando por conservarla sumergidos en lodo. Pero en aquel momento, además de indigesta, la factura de la comida de Mazón era incalculable.
La rabia y el dolor de todos y todas las afectadas es comprensible y tan compartida que muchos, estos días, hemos llorado a kilómetros de distancia por la impotencia de escuchar testimonios desgarradores de gente cuyas vidas han quedado rotas para siempre. Sin embargo, nunca estos sentimientos deberían transformarse en comportamientos violentos y por primera vez, desde que tengo memoria, hemos asistido a una agresión física y verbal a la monarquía.
Este hecho inédito representa una nueva realidad. La muerte de los valores cívicos alentada por una horda de gurús, influencers analfabetos y medios de desinformación capaces de manosear y manipular la verdad de la forma más torticera posible para comunicar mentiras y medias verdades que se extienden más rápido que la pólvora. por las redes.
Los tiempos están cambiando y la gente no quiere noticias, no quiere verdades, no quiere información. La gente consume contenido, videos cortos, fotografías impactantes y cualquier acto de propaganda y adoctrinamiento que permita señalar con dedo acusador a quien convenga culpar e igual vale un inmigrante que se juega la vida en una patera buscando una vida mejor, que una ONG, que la Iglesia, que el presidente del Gobierno; invertir, mentir y repetir hasta viralizar. Este es el nuevo mantra mediático que nos obliga a ser más exigentes, más prudentes y críticos que nunca con todo cuanto vemos.
Estos días hemos podido ver como científicos, militares y alcaldes han puesto en evidencia las incongruencias de un gobierno valenciano sobre el que recae la responsabilidad de no haber actuado con la debida diligencia y hemos visto como se practica una vez más esta nueva política de trileros y actores más ocupados de ganar el relato que de actuar con honradez y con honor. No hemos escuchado aún más disculpas que las del Rey, en Paiporta y esto es inadmisible.
Y mientras las pistas del circo no dejan de crecer, quizás sea hora de reconocer la verdad más dolorosa. La única verdad sobre la que tenemos algo que decir. Y esa verdad es que la culpa también es nuestra. Culpables por verlo, culpables por compartirlo y viralizarlo, culpables por hablar sin saber, por no tener la inquietud de informarnos y culpables por votarles, porque a estas horas cualquier político honrado, coherente y con un mínimo de dignidad hubiera asumido su responsabilidad. Lamentablemente parece que sólo en los juzgados se podrán esclarecer las responsabilidades y las verdades de esta infame tragedia.
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