Los pecados capitales
No sabría dar una explicación concreta del porqué, pero de la sarta de recuerdos de mis juveniles años que todavía siguen presentes en los recovecos de una ya frágil y decadente memoria, este enunciado me pareció siempre un tanto rimbombante, grandilocuente, temeroso, algo que hacía pensar y temblar, algo capaz de remover los cimientos de la conciencia de cualquier ser humano.
![[Img #97718]](https://gomeraverde.es/upload/images/12_2024/2539_leoncio-bento-480x.jpg)
Leoncio Bento Bravo
Lo más probable, es que todo fuera una consecuencia de la primera información que recibimos sobre el tema. Con un tono y unas maneras un tanto doctrinales, nos inculcaban en las obligatorias clases de religión y en las no tan obligatorias sesiones de catecismo, la idea de que un pecado capital era siempre algo grave, no tanto por el pecado en sí, sino porque se consideraban fuente de otros muchos pecados. Nos alertaban y nos advertían de la necesidad de su estricto cumplimiento, pues de lo contrario la posibilidad de que el alma encontrara el camino del cielo mermaba bastante, por lo que se podía dar por seguro la condena al fuego eterno.
Sin embargo, hoy en día, desde la perspectiva de una madurez asentada, los siete pecados capitales y sus virtudes se ven más como un manual a seguir, como un código de conducta amparado en una lógica aplastante, muy alejado del dogmatismo religioso que lo caracterizaba antaño. Pero, como en tantas otras facetas de la religión católica, es evidente que ha habido una evolución notable en la magnitud del contenido de los mismos y una clara adaptación a los tiempos que corren.
Se acercan fechas navideñas, donde la paz y la felicidad se invocan de forma permanente en aras de un sano equilibrio familiar y de un óptimo confort individual y colectivo. A pesar de ello, no es raro que surjan problemas convivenciales en el seno de las familias, tanto en la nuclear como en la política y los añadidos. Sinceramente, creo que, como en estas fechas, no hay otro periodo del año donde sea más necesario la no transgresión del mandato de estos pecados. Una vida plena de satisfacción y el estándar de felicidad que todo ser humano anhela, no cabe duda de que es difícil conseguir si nos desviamos en demasía de esta ancestral normativa.
Les dejo a continuación con unos versos referidos al tema. Léanlos detenidamente, que les sirvan de reflexión, aplíquense el cuento y actúen en consecuencia. Les deseo a todos de corazón unas fiestas navideñas tranquilas y felices, y mis mejores deseos de salud y bienestar para el futuro.
LOS PECADOS CAPITALES
La soberbia es mal pecado
que al espíritu trastorna,
lo deforma y abochorna
y lo convierte en malvado.
Apartarlo de tu lado
con humildad y entereza,
con gallardía y nobleza,
es la mejor solución
de evitarle al corazón
la vacuidad y la tristeza.
Qué decir de la avaricia
y su práctica indignante
cómo perturba el talante
cómo lleva a la inmundicia.
Solamente habrá justicia
si hay generosidad,
repartición y equidad
de manera permanente,
teniendo siempre presente
el vivir con dignidad.
La envidia como pecado
zarrapastroso y perverso,
del derecho y el reverso
hay que dejarlo arrimado.
Su efecto es de tal calado
y tan lleno de mezquindad
que es una oportunidad
yugularlo en su raíz,
pues nunca ha de ser feliz
quien no hace caridad.
La virtud de la paciencia
debe imponerse a la ira
y aunque parezca mentira
siempre lava la conciencia.
Vivir con mucha decencia
con bondad y sabiduría
nos llenará de alegría
carente de enfado y odio,
y nos libera de oprobio,
abulia y melancolía.
La castidad y la lujuria
no deben estar reñidas
y han de ser discutidas
si son causa de penuria.
El querer hacer con furia
algo tan controvertido
no tiene ningún sentido
como una forma de actuar;
mejor hazte respetar
ante este gran cometido.
Añadir moderación
al buen beber y yantar
lo tenemos que aplicar
sin ninguna discusión.
Hay que ponerle razón
y voluntad cotidiana,
a esta actitud malsana
que es la gula desbocada;
la templanza es acertada
si se ejercita con gana.
La pereza no es camino
como conducta vital,
su consecuencia es fatal
dentro de nuestro destino.
Debemos cambiar el sino
con esfuerzo y prudencia,
aflorando inteligencia
a todo este acontecer,
sabiendo que es menester
sumarle la diligencia.
L. Bento
Leoncio Bento Bravo
Lo más probable, es que todo fuera una consecuencia de la primera información que recibimos sobre el tema. Con un tono y unas maneras un tanto doctrinales, nos inculcaban en las obligatorias clases de religión y en las no tan obligatorias sesiones de catecismo, la idea de que un pecado capital era siempre algo grave, no tanto por el pecado en sí, sino porque se consideraban fuente de otros muchos pecados. Nos alertaban y nos advertían de la necesidad de su estricto cumplimiento, pues de lo contrario la posibilidad de que el alma encontrara el camino del cielo mermaba bastante, por lo que se podía dar por seguro la condena al fuego eterno.
Sin embargo, hoy en día, desde la perspectiva de una madurez asentada, los siete pecados capitales y sus virtudes se ven más como un manual a seguir, como un código de conducta amparado en una lógica aplastante, muy alejado del dogmatismo religioso que lo caracterizaba antaño. Pero, como en tantas otras facetas de la religión católica, es evidente que ha habido una evolución notable en la magnitud del contenido de los mismos y una clara adaptación a los tiempos que corren.
Se acercan fechas navideñas, donde la paz y la felicidad se invocan de forma permanente en aras de un sano equilibrio familiar y de un óptimo confort individual y colectivo. A pesar de ello, no es raro que surjan problemas convivenciales en el seno de las familias, tanto en la nuclear como en la política y los añadidos. Sinceramente, creo que, como en estas fechas, no hay otro periodo del año donde sea más necesario la no transgresión del mandato de estos pecados. Una vida plena de satisfacción y el estándar de felicidad que todo ser humano anhela, no cabe duda de que es difícil conseguir si nos desviamos en demasía de esta ancestral normativa.
Les dejo a continuación con unos versos referidos al tema. Léanlos detenidamente, que les sirvan de reflexión, aplíquense el cuento y actúen en consecuencia. Les deseo a todos de corazón unas fiestas navideñas tranquilas y felices, y mis mejores deseos de salud y bienestar para el futuro.
LOS PECADOS CAPITALES
La soberbia es mal pecado
que al espíritu trastorna,
lo deforma y abochorna
y lo convierte en malvado.
Apartarlo de tu lado
con humildad y entereza,
con gallardía y nobleza,
es la mejor solución
de evitarle al corazón
la vacuidad y la tristeza.
Qué decir de la avaricia
y su práctica indignante
cómo perturba el talante
cómo lleva a la inmundicia.
Solamente habrá justicia
si hay generosidad,
repartición y equidad
de manera permanente,
teniendo siempre presente
el vivir con dignidad.
La envidia como pecado
zarrapastroso y perverso,
del derecho y el reverso
hay que dejarlo arrimado.
Su efecto es de tal calado
y tan lleno de mezquindad
que es una oportunidad
yugularlo en su raíz,
pues nunca ha de ser feliz
quien no hace caridad.
La virtud de la paciencia
debe imponerse a la ira
y aunque parezca mentira
siempre lava la conciencia.
Vivir con mucha decencia
con bondad y sabiduría
nos llenará de alegría
carente de enfado y odio,
y nos libera de oprobio,
abulia y melancolía.
La castidad y la lujuria
no deben estar reñidas
y han de ser discutidas
si son causa de penuria.
El querer hacer con furia
algo tan controvertido
no tiene ningún sentido
como una forma de actuar;
mejor hazte respetar
ante este gran cometido.
Añadir moderación
al buen beber y yantar
lo tenemos que aplicar
sin ninguna discusión.
Hay que ponerle razón
y voluntad cotidiana,
a esta actitud malsana
que es la gula desbocada;
la templanza es acertada
si se ejercita con gana.
La pereza no es camino
como conducta vital,
su consecuencia es fatal
dentro de nuestro destino.
Debemos cambiar el sino
con esfuerzo y prudencia,
aflorando inteligencia
a todo este acontecer,
sabiendo que es menester
sumarle la diligencia.
L. Bento
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