Un Descubrimiento Musical; Crítica al un Concierto Sacro inolvidable en La Gomera
Este mediodía, mientras disfrutaba de mis vacaciones en San Sebastián de La Gomera, me encontré con una experiencia musical que, sin duda, me acompañará mucho tiempo. No esperaba que un concierto a tan tempranas horas pudiera ser tan emocionante, pero lo fue.
La coral Arena y Jable, un grupo pequeño y recién formado (¡menos de un año!), ofreció una interpretación sacra que me dejó completamente sin palabras. Fue un descubrimiento total, algo que no me esperaba y que superó todas mis expectativas. Aunque no acostumbro a escribir reseñas para periódicos ajenos a mi empresa, creo que la ocasión bien merece la pena.
Desde el primer acorde de Wie Soll ich dich empfangen de Bach, supe que algo especial estaba por suceder. La coral, a pesar de su corta trayectoria, cantó con una claridad y una emoción que nos envolvieron de inmediato. Es impresionante cómo, con tan poco tiempo, lograron transmitir una profundidad en su interpretación, como si llevaran años trabajando juntos.
Las cuerdas y el órgano que acompañaron a la coral, fueron simplemente excepcionales. Aunque no era una gran formación, la reducción a cuarteto y órgano aportó una sonoridad íntima y delicada que realzó la belleza de las piezas. La Pastoral del Concierto Grosso en Sol menor de Corelli, con esa formación reducida, se transformó en una interpretación de lujo, en la que cada instrumento encontró su espacio para brillar, especialmente en la flauta, ejecutante de unas cadencias y glosas exquisitas.
El Ave Verum Corpus de Mozart nos dejó a todos sin aliento. La delicadeza con la que la coral abordó la pieza fue tan perfecta que nos transportó a otro mundo. El cuarteto y el órgano se fusionaron con las voces de una manera tan sutil y armoniosa que, en ese momento, el tiempo pareció detenerse. ¡Ojalá hubiese sido así!
La energía de Jesu, bleibet meine Freude de Bach fue otro de los puntos altos, con una alegría tan contagiosa que hizo que todos nos sintiéramos parte de la música. Y cuando llegaron las canciones navideñas, como Noche de Paz y Joy to the World, me di cuenta de que este concierto no solo era un evento musical, sino una auténtica celebración de comunidad y esperanza.
El cierre con Adeste Fideles fue increíble. La soprano solista ejecutó virtuosísticamente la reconocida melodía en conjunto con el cuarteto de cuerdas, y cuando todos pensamos que había terminado, a ellos se unieron el coro y el órgano con tal energía que la iglesia parecía vibrar con cada acorde. Fue un final solemne y lleno de emoción, y el público, totalmente entregado, respondió con una ovación de pie.
La coral nos agradeció con un bis: el Ave Verum Corpus de Mozart, ¡de nuevo! Lo que, en principio, había sido una obra ya sublime, se transformó en una nueva experiencia, como si la misma pieza pudiera renovarse y ofrecernos una nueva capa de belleza. La coral, con una conexión tan profunda entre ellos, cantó esta obra con aún más intensidad, como si cada nota fuera una extensión de la emoción que ya había invadido la iglesia. Sin duda el broche de oro a un concierto maravilloso.
Por supuesto, no puedo dejar de mencionar al director, un joven muchacho de nombre Javier Mederos. Su dirección fue sencillamente impecable. Se respiraba la pasión con la que guiaba a la coral y a los músicos, y cómo cada gesto suyo estaba pensado para lograr la máxima belleza en la interpretación; sin embargo, lo realmente sorpresivo fue el dominio que demostró en la práctica de diversos instrumentos con los que participó del acompañamiento a la coral. Sin duda todo un descubrimiento.
Este concierto fue un verdadero hallazgo. No solo por la calidad intrínseca de la música, sino por la energía y la emoción que la coral Arena y Jable logró transmitir en tan poco tiempo. Es impresionante cómo, con menos de un año de vida, han conseguido un sonido tan lleno de elegancia y profesionalismo. Estoy segura de que esto es solo el comienzo de algo grande. De mis numerosas visitas a la isla colombina, es la primera vez que disfruto de algo así. Sin duda, me llevo un gratísimo recuerdo de esta pequeña gran joya en San Sebastián de La Gomera y, aunque aún no me he ido, ya estoy pensando en cuándo será la próxima vez que la coral programe un concierto, porque, sin duda, ahí estaré.
La coral Arena y Jable, un grupo pequeño y recién formado (¡menos de un año!), ofreció una interpretación sacra que me dejó completamente sin palabras. Fue un descubrimiento total, algo que no me esperaba y que superó todas mis expectativas. Aunque no acostumbro a escribir reseñas para periódicos ajenos a mi empresa, creo que la ocasión bien merece la pena.
Desde el primer acorde de Wie Soll ich dich empfangen de Bach, supe que algo especial estaba por suceder. La coral, a pesar de su corta trayectoria, cantó con una claridad y una emoción que nos envolvieron de inmediato. Es impresionante cómo, con tan poco tiempo, lograron transmitir una profundidad en su interpretación, como si llevaran años trabajando juntos.
Las cuerdas y el órgano que acompañaron a la coral, fueron simplemente excepcionales. Aunque no era una gran formación, la reducción a cuarteto y órgano aportó una sonoridad íntima y delicada que realzó la belleza de las piezas. La Pastoral del Concierto Grosso en Sol menor de Corelli, con esa formación reducida, se transformó en una interpretación de lujo, en la que cada instrumento encontró su espacio para brillar, especialmente en la flauta, ejecutante de unas cadencias y glosas exquisitas.
El Ave Verum Corpus de Mozart nos dejó a todos sin aliento. La delicadeza con la que la coral abordó la pieza fue tan perfecta que nos transportó a otro mundo. El cuarteto y el órgano se fusionaron con las voces de una manera tan sutil y armoniosa que, en ese momento, el tiempo pareció detenerse. ¡Ojalá hubiese sido así!
La energía de Jesu, bleibet meine Freude de Bach fue otro de los puntos altos, con una alegría tan contagiosa que hizo que todos nos sintiéramos parte de la música. Y cuando llegaron las canciones navideñas, como Noche de Paz y Joy to the World, me di cuenta de que este concierto no solo era un evento musical, sino una auténtica celebración de comunidad y esperanza.
El cierre con Adeste Fideles fue increíble. La soprano solista ejecutó virtuosísticamente la reconocida melodía en conjunto con el cuarteto de cuerdas, y cuando todos pensamos que había terminado, a ellos se unieron el coro y el órgano con tal energía que la iglesia parecía vibrar con cada acorde. Fue un final solemne y lleno de emoción, y el público, totalmente entregado, respondió con una ovación de pie.
La coral nos agradeció con un bis: el Ave Verum Corpus de Mozart, ¡de nuevo! Lo que, en principio, había sido una obra ya sublime, se transformó en una nueva experiencia, como si la misma pieza pudiera renovarse y ofrecernos una nueva capa de belleza. La coral, con una conexión tan profunda entre ellos, cantó esta obra con aún más intensidad, como si cada nota fuera una extensión de la emoción que ya había invadido la iglesia. Sin duda el broche de oro a un concierto maravilloso.
Por supuesto, no puedo dejar de mencionar al director, un joven muchacho de nombre Javier Mederos. Su dirección fue sencillamente impecable. Se respiraba la pasión con la que guiaba a la coral y a los músicos, y cómo cada gesto suyo estaba pensado para lograr la máxima belleza en la interpretación; sin embargo, lo realmente sorpresivo fue el dominio que demostró en la práctica de diversos instrumentos con los que participó del acompañamiento a la coral. Sin duda todo un descubrimiento.
Este concierto fue un verdadero hallazgo. No solo por la calidad intrínseca de la música, sino por la energía y la emoción que la coral Arena y Jable logró transmitir en tan poco tiempo. Es impresionante cómo, con menos de un año de vida, han conseguido un sonido tan lleno de elegancia y profesionalismo. Estoy segura de que esto es solo el comienzo de algo grande. De mis numerosas visitas a la isla colombina, es la primera vez que disfruto de algo así. Sin duda, me llevo un gratísimo recuerdo de esta pequeña gran joya en San Sebastián de La Gomera y, aunque aún no me he ido, ya estoy pensando en cuándo será la próxima vez que la coral programe un concierto, porque, sin duda, ahí estaré.
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