Miércoles, 01 de Octubre de 2025

Leoncio Bento Bravo
Jueves, 16 de Enero de 2025

Esperanza

Acabamos de atravesar el periodo del año donde, con toda seguridad, se invoca con más frecuencia e intensidad la palabra esperanza y su significado. La Real Academia Española define la esperanza como un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea, definición que engloba con exactitud el encaje de la esperanza en los sucesivos acontecimientos navideños que hemos vivido.

 

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Leoncio Bento Bravo

 

La esperanza de vivir una Noche Buena y una Navidad llena de paz y alegría rodeado de tus seres queridos, con el añadido ineludible de esperar en que tu número de lotería sea el elegido por la cuota de azar que a cada ser humano el destino le tiene asignada. La esperanza en un cambio de año donde queden atrás las tribulaciones y sinsabores que nos han asediado en el pasado inmediato y los mismos sean sustituidos en el nuevo año por la alegría y el entusiasmo de un vivir renovado donde se cumplan los múltiples deseos que hayamos podido situar al alcance de la mano. La esperanza, sobre todo para los niños, de que los Reyes Magos cumplan con el cometido de corresponder a sus múltiples peticiones; y, por último, la esperanzapara los practicantes de la fe cristiana de que el Niño Dios haya escuchado sus súplicas, que estas se cumplan y que nunca les abandone.


Decía el gran Aristóteles que la esperanza es el sueño del hombre despierto, un pensamiento profundo que podemos interpretar como la absoluta necesidad de que esta virtud, exclusiva de la especie humana, nos acompañedesde la concepción hasta la muerte. Desde el momento que abrimos los ojos al mundo, la fortaleza de la esperanza está presente en nuestro devenir aunque, bien es verdad, que en los distintas etapas de la trayectoria vital, teniendo en cuenta las prioridades específicas existentes en las mismas, la necesidad de la esperanza se manifiesta con matices diferentes.


Así, durante los primeros años de la infancia hasta el despertar de la adolescencia, los niños esperan impacientes el momento de los juegos, al ser estos el hobby prioritario en estetramo de la vida. Cuando entramos en la adolescencia y primera juventud, comienzan a hacer acto de presencia las obligaciones, por lo que se materializabastanteel concepto de la esperanza. Es el momento de implicarse al cien por cien en los estudios en aras de un aprendizaje que garantice una vida profesional exitosa en elinmediato futuro, con la vista puesta en la consecución de un estatus de vida lo más placentero posible. En este intervalo, se inician tambiénlos conflictos emocionales del amor, del sexo, la competitividad, en definitiva unaumento notable de las preocupaciones.


Cuando llegamos a la adultez, la esperanza se centra, fundamentalmente, en la responsabilidad que acarrea la formación de una familia nuclear propia. Es la etapa donde nos empeñamos en la búsqueda del amor verdadero, en acertar con la elección de la pareja y en construir un proyecto de futuro que nos conduzca a la anhelada felicidad que todo ser humanose propone como meta.


Por último, en los postreros años, demandamos, por encima de todo, que la salud no quiebre, que el dolor físico nos respete, que el equilibrio intelectual se mantenga presente, la ausencia de la soledad perniciosa y que el tránsito definitivo hacia el más allá tenga lugar sin latidos de conciencia por algunos errores cometidos en el pasado. En esta encrucijada final, es obvio destacar la importancia para los creyentes de esa otra gran virtud, compañera inseparable de la esperanza, que es la fe inquebrantable en el Reino de los Cielos.


Vivir sin esperanza no es concebible. A pesar de que la invocación a la misma tiene siempre un carácter subjetivo, puesto que gran parte de lo que soñamos y pedimos es poco probable que llegue a cumplirse, no nos queda otra alternativa que vivir estrechamente atados altérmino; de lo contrario, su ausencia nos conduce a un camino vital pedregoso y difícil, a una situación de vacío existencial, donde se hace muy complicado recortar las aristas que, ineludiblemente,van surgiendo a lo largo de la vida.


Sobre el pasado, nada tiene que decir la esperanza. Lo que pasó, pasó y ya no puede modificarse, aunque sí que podemos esperar que la experiencia acumulada juegue un papel importante y deje una impronta positiva en el día a día del presente y en la construcción del futuro. Porque es en este periodo incierto y misterioso de la vida, donde realmente desempeña un papel transcendental la esperanza. Si nos paramos a pensar un instante, no hay ni un solo día que no esperemos algo bueno del futuro, aunque sepamosque la mayor parte de las veces no seamos correspondidos, puesto que todo está forzosamente unido a la inevitable y desconocida fuerza del destino, a la incertidumbre de la suerte y el azar. A pesardetodo, hay que seguir creyendo en la esperanza. Como dice la copla popular que da título a uno de los poemarios del gran Pedro García Cabrera: A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene; metí la mano en el agua: la esperanza me mantiene. Espero y deseo, queridos lectores, que en este nuevo año que corre, la confianza que han puesto en la esperanza, les devuelva a todos con creceslo demandado.


L. Bento

 

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