Jueves, 02 de Octubre de 2025

Opinion
Jueves, 02 de Octubre de 2025

El amanecer en Agulo y ojos del viajero

Cuentan que en el pequeño pueblo de Agulo, donde las montañas acarician el mar y el Atlántico respira infinito, un viajero despertó una mañana. Al abrir los ojos, descubrió que el cielo no era cielo, sino una acuarela que alguien había derramado sobre su mirada: azules serenos, naranjas ardientes y dorados que parecían nacer de su propio corazón.

 

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El sol, tímido al principio, asomaba desde el horizonte, y a su lado, erguido como guardián eterno, el Teide observaba en silencio. 


El viajero sintió que aquel balcón abierto al océano no era un simple mirador, sino un lienzo vivo donde la naturaleza pintaba con paciencia y sabiduría.

 

El mar le susurró:


—Mírame bien, porque cada ola guarda un reflejo de tu alma.
El Teide, con voz profunda, añadió:


—No olvides que la belleza no se posee: se contempla, se siente y se lleva adentro.

 

Desde aquel día, el viajero entendió en el pueblito de Agulo que los amaneceres no eran solo paisajes, sino enseñanzas. Y así, con cada aurora, recordaba que la verdadera riqueza no está en los ojos que miran, sino en el alma que sabe guardar los colores.

 

Moraleja:


Quien aprende a mirar la belleza de un amanecer, descubre que la vida entera puede convertirse en arte.


PedrodeAgulo

 

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