El viajero y el desayuno de Agulo (Cap-2)
El viajero, deseoso de poder ver días más tarde otro amanecer en Agulo, decidió caminar temprano hasta EL MANTILLO, en la entrada del pueblo.
Allí encontró un pequeño bar, sencillo y lleno de vida, donde los jóvenes obreros se detenían un instante antes de retomar sus labores.
![[Img #100898]](https://gomeraverde.es/upload/images/10_2025/5355_pedro-cruz-vera-330-440.jpg)
Pedro de Agulo
Observó cómo pedían bocadillos, cafés y jugos con la prisa de quienes tienen el día por delante. Intrigado, levantó la voz y preguntó a la camarera:
—Señorita, ¿qué desayunan habitualmente los habitantes del pueblo?
La muchacha, con sonrisa clara como la mañana, respondió:
—Hoy la mayoría piden bocadillos, café o jugos
pero aún queda quien guarda la tradición y desayuna gofio con leche.
El viajero, queriendo probar la esencia de la isla, pidió emocionado:
—¡Póngame SOFIO y leche!
La camarera rió suavemente y lo corrigió con paciencia:
—No, señor, no se dice ¡SOFIO!, se dice GOFIO
, G-O-F-I-O.
Él asintió con humildad y replicó:
—Pues eso, póngame eso.
La joven negó con ternura:
—Aquí no lo servimos
pero si lo desea tanto, bajaré gofio de mi casa y se lo preparo.
Y así, con la generosidad de quien comparte lo propio, le sirvió al viajero su primer tazón de gofio con leche.
Él lo probó con curiosidad, y aunque el sabor le resultó extraño, una fuerza cálida comenzó a recorrerle el cuerpo.
—Gracias, señorita —dijo—. Me supo raro, pero siento que me da fuerza para continuar mi camino.
Ella le sonrió y le respondió:
—Eso es el GOFIO: energía para todo el día.
Con la mochila ligera en la espalda y el corazón lleno, el viajero retomó la ruta. Desde El Piquito de Agulo miró el paisaje con gratitud, sintiendo un lazo invisible que lo invitaba a regresar. Al llegar a La Yesca, aún municipio de Agulo se lo pensaba, alzó la vista y descubrió un lienzo azul donde las nubes danzaban como si fueran pinceladas movidas al ritmo de las olas del Atlántico.
El Teide, majestuoso, custodiaba aquel cuadro, y en el alma del viajero resonaba la certeza de que la naturaleza era un espejo de su propio sentir. El pescante de Hermigua se unía a la escena, como marco de un cuadro eterno que solo la mirada limpia podía comprender.
Moraleja:
La belleza de un lugar no está solo en lo que ves, sino en lo que compartes con su gente y en lo que tu alma aprende a guardar.
![[Img #100899]](https://gomeraverde.es/upload/images/10_2025/1580_00-0.jpg)
![[Img #100900]](https://gomeraverde.es/upload/images/10_2025/2592_00.jpg)
Pedro Manuel Cruz Vera
PedrodeAgulo
Agulo Cuna de
Allí encontró un pequeño bar, sencillo y lleno de vida, donde los jóvenes obreros se detenían un instante antes de retomar sus labores.
Pedro de Agulo
Observó cómo pedían bocadillos, cafés y jugos con la prisa de quienes tienen el día por delante. Intrigado, levantó la voz y preguntó a la camarera:
—Señorita, ¿qué desayunan habitualmente los habitantes del pueblo?
La muchacha, con sonrisa clara como la mañana, respondió:
—Hoy la mayoría piden bocadillos, café o jugos
pero aún queda quien guarda la tradición y desayuna gofio con leche.
El viajero, queriendo probar la esencia de la isla, pidió emocionado:
—¡Póngame SOFIO y leche!
La camarera rió suavemente y lo corrigió con paciencia:
—No, señor, no se dice ¡SOFIO!, se dice GOFIO
, G-O-F-I-O.
Él asintió con humildad y replicó:
—Pues eso, póngame eso.
La joven negó con ternura:
—Aquí no lo servimos
pero si lo desea tanto, bajaré gofio de mi casa y se lo preparo.
Y así, con la generosidad de quien comparte lo propio, le sirvió al viajero su primer tazón de gofio con leche.
Él lo probó con curiosidad, y aunque el sabor le resultó extraño, una fuerza cálida comenzó a recorrerle el cuerpo.
—Gracias, señorita —dijo—. Me supo raro, pero siento que me da fuerza para continuar mi camino.
Ella le sonrió y le respondió:
—Eso es el GOFIO: energía para todo el día.
Con la mochila ligera en la espalda y el corazón lleno, el viajero retomó la ruta. Desde El Piquito de Agulo miró el paisaje con gratitud, sintiendo un lazo invisible que lo invitaba a regresar. Al llegar a La Yesca, aún municipio de Agulo se lo pensaba, alzó la vista y descubrió un lienzo azul donde las nubes danzaban como si fueran pinceladas movidas al ritmo de las olas del Atlántico.
El Teide, majestuoso, custodiaba aquel cuadro, y en el alma del viajero resonaba la certeza de que la naturaleza era un espejo de su propio sentir. El pescante de Hermigua se unía a la escena, como marco de un cuadro eterno que solo la mirada limpia podía comprender.
Moraleja:
La belleza de un lugar no está solo en lo que ves, sino en lo que compartes con su gente y en lo que tu alma aprende a guardar.
Pedro Manuel Cruz Vera
PedrodeAgulo
Agulo Cuna de
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