Trabajar con pasión
Es una actitud de compromiso, entrega y responsabilidad hacia aquello que hacemos. No se trata únicamente de cumplir con un horario o completar una tarea, sino de poner lo mejor de cada cual. Cuando una persona trabaja con entusiasmo demuestra pasión, interés genuino y deseo de contribuir positivamente a mejorar su entorno. Esta disposición representa una forma eminente de reflejar la dignidad humana, porque demuestra la capacidad de transformar que lleva el hombre o la mujer, con resultados que se reflejan en el bienestar personal y social.
![[Img #101403]](https://gomeraverde.es/upload/images/11_2025/3886_oscar-izquierdo-fepeco.jpg)
Oscar Izquierdo
En un mundo cada vez más competitivo, cambiante, el vigor en el trabajo se convierte en una herramienta esencial para adaptarnos, aprender, avanzar. No basta con estar presentes físicamente, la verdadera aportación surge cuando implicamos todo nuestro ser. No se trata de exaltar el agotamiento físico o mental, todo lo contrario, es la determinación de sacar adelante las tareas con eficacia, ganas, afrontando los retos con energía, sin desviar la mirada ante las dificultades. Fortalece valores que son fundamentales en cualquier ámbito profesional, como son, la disciplina, la constancia y la resiliencia. La disciplina nos ayuda a establecer hábitos y a mantenernos firmes incluso cuando la motivación cambia. La constancia convierte el esfuerzo sostenido en progreso real, en resultados visibles y la resiliencia permite recuperarnos de los fracasos, aprender de ellos y continuar avanzando.
La dignidad del trabajo, especialmente cuando se realiza con brío, también se manifiesta en la autoestima. Sentir que damos lo mejor, que marcamos una diferencia y que nuestro esfuerzo tiene un significado, nutre nuestra identidad y nos hace sentir valiosos. Cada logro, cada proyecto finalizado, cada problema resuelto, constituye una prueba de nuestra capacidad para superar desafíos y esa sensación de realización personal es un motor que anima la vida.
Trabajar con querencia no significa olvidarse de la vida personal, ni caer en la profesionalitis, verdadera enfermedad, donde el desempeño laboral absorbe todo, gangrenando la propia existencia. Al contrario, la intensidad digna es aquella que se equilibra con el descanso, el ocio y los afectos, especialmente dentro y hacia el núcleo familiar. Una persona que se cuida y valora sus otros espacios vitales puede rendir mejor, pensar con mayor claridad y ser creativa. La clave es encontrar un ritmo sano, un equilibrio que permita que el trabajo no se convierta en una carga insoportable.
También es importante reconocer que cada persona tiene un ritmo propio, una manera particular de hacer. Hay quienes se concentran profundamente en poco tiempo y quienes necesitan procesos más largos, unos son más enérgicos, otros destacan en la ejecución eficiente y están los perfectos planificadores. Lo esencial es que busquemos constantemente la excelencia, sin comparaciones ni exigencias externas que puedan generar frustración o estrés innecesario. Sobran los celos o las envidias, son malignas.
En definitiva, trabajar con vehemencia dignifica a la persona porque la convierte en protagonista de su propio desarrollo. Implica actuar con compromiso, ilusión y voluntad de mejorar siempre. Es apostar por el esfuerzo inteligente, por la superación continua, por la responsabilidad con uno mismo y con el entorno, permitiendo construir un camino sólido, dejar huella, intentando ser ejemplar. El trabajo es más que un medio para ganarnos la vida, es creativo, proporcionando todo tipo de crecimiento. Y cuando se vive con pasión, se convierte en una fuente de orgullo, de identidad propia y sentido a la vida. No hay motivo para procrastinar, hay que rechazarla desde el inicio. Ya lo decía San Francisco de Asís, “comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”.
Oscar Izquierdo
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Oscar Izquierdo
En un mundo cada vez más competitivo, cambiante, el vigor en el trabajo se convierte en una herramienta esencial para adaptarnos, aprender, avanzar. No basta con estar presentes físicamente, la verdadera aportación surge cuando implicamos todo nuestro ser. No se trata de exaltar el agotamiento físico o mental, todo lo contrario, es la determinación de sacar adelante las tareas con eficacia, ganas, afrontando los retos con energía, sin desviar la mirada ante las dificultades. Fortalece valores que son fundamentales en cualquier ámbito profesional, como son, la disciplina, la constancia y la resiliencia. La disciplina nos ayuda a establecer hábitos y a mantenernos firmes incluso cuando la motivación cambia. La constancia convierte el esfuerzo sostenido en progreso real, en resultados visibles y la resiliencia permite recuperarnos de los fracasos, aprender de ellos y continuar avanzando.
La dignidad del trabajo, especialmente cuando se realiza con brío, también se manifiesta en la autoestima. Sentir que damos lo mejor, que marcamos una diferencia y que nuestro esfuerzo tiene un significado, nutre nuestra identidad y nos hace sentir valiosos. Cada logro, cada proyecto finalizado, cada problema resuelto, constituye una prueba de nuestra capacidad para superar desafíos y esa sensación de realización personal es un motor que anima la vida.
Trabajar con querencia no significa olvidarse de la vida personal, ni caer en la profesionalitis, verdadera enfermedad, donde el desempeño laboral absorbe todo, gangrenando la propia existencia. Al contrario, la intensidad digna es aquella que se equilibra con el descanso, el ocio y los afectos, especialmente dentro y hacia el núcleo familiar. Una persona que se cuida y valora sus otros espacios vitales puede rendir mejor, pensar con mayor claridad y ser creativa. La clave es encontrar un ritmo sano, un equilibrio que permita que el trabajo no se convierta en una carga insoportable.
También es importante reconocer que cada persona tiene un ritmo propio, una manera particular de hacer. Hay quienes se concentran profundamente en poco tiempo y quienes necesitan procesos más largos, unos son más enérgicos, otros destacan en la ejecución eficiente y están los perfectos planificadores. Lo esencial es que busquemos constantemente la excelencia, sin comparaciones ni exigencias externas que puedan generar frustración o estrés innecesario. Sobran los celos o las envidias, son malignas.
En definitiva, trabajar con vehemencia dignifica a la persona porque la convierte en protagonista de su propio desarrollo. Implica actuar con compromiso, ilusión y voluntad de mejorar siempre. Es apostar por el esfuerzo inteligente, por la superación continua, por la responsabilidad con uno mismo y con el entorno, permitiendo construir un camino sólido, dejar huella, intentando ser ejemplar. El trabajo es más que un medio para ganarnos la vida, es creativo, proporcionando todo tipo de crecimiento. Y cuando se vive con pasión, se convierte en una fuente de orgullo, de identidad propia y sentido a la vida. No hay motivo para procrastinar, hay que rechazarla desde el inicio. Ya lo decía San Francisco de Asís, “comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”.
Oscar Izquierdo








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