El quiosco
Llama poderosamente la atención la enorme cantidad de palabras foráneas que inundan el ya de por sí rico idioma castellano o español, tanto da, pues ambas nominaciones son admitidas como válidas.
![[Img #101443]](https://gomeraverde.es/upload/images/11_2025/3362_leoncio-bento-480x.jpg)
Leoncio Bento Bravo
Palabras que, lógicamente, acaban siendo oficializadas por la Real Academia de la Lengua y adaptadas a nuestro idioma, bien conservando la forma original de procedencia o con una ligera modificación. Lo realmente curioso es que estas palabras las hacemos tan nuestras en el día a día de la comunicación que acaban desplazando los innumerables sinónimos ya existentes que, hasta las nuevas incorporaciones, siempre habíamos utilizado. Son infinidad los ejemplos que testifican lo antedicho, y la sensación que deja esta circunstancia, por lo menos a mi humilde conocimiento, es como si lo importado, solo por el hecho de serlo, tuviera siempre que estar por encima de los vocablos vernáculos de toda la vida.
Pues bien, uno de estos ejemplos lo tenemos en el uso cotidiano del término quiosco o kiosco, ya que de las dos maneras se puede nominar. Procedente del vocablo francés kiosque, fue incorporado a nuestro diccionario a finales del siglo XIX y, desde entonces, es la utilización preponderante cuando nos referimos a una pequeña edificación al aire libre, en las calles, plazas, parques y jardines del paisaje urbano. Tanto que sus equivalentes en español, chiringuito, puesto, pérgola, tenderete, templete, etc., entre otros muchos, podríamos decir que han pasado a mejor vida, puesto que ninguno de ellos tiene el arraigo semántico de quiosco, cuyo amplio y diverso abanico de utilidades permanece intacto en el discurrir de los años: desde la venta de prensa, revistas y tebeos, a infinidad de productos gastronómicos, pasando por la información turística, la celebración de conciertos de música en los situados en plazas y jardines, normalmente, los días festivos a la mañana, y haciendo de tarima para la orquesta de alguna que otra verbena popular en las fiestas patronales.
En La Gomera, varios quioscos han ocupado y siguen ocupando espacio en diferentes lugares de los seis municipios que la conforman. Pero, a mi entender, solo uno, el situado en la plaza principal de San Sebastián, bajo la sombra de los frondosos laureles de Indias centenarios, ha sido, es y seguirá siendo el quiosco por excelencia, el quiosco con mayúscula. Desde su primera versión arquitectónica allá por los años veinte del siglo pasado hasta la estructura actual después de la reforma de los años sesenta, ahí lo tenemos desempeñando un papel protagonista como testigo permanente de la historia reciente de la isla.
No me equivoco al afirmar que se cuentan con los dedos de una mano los habitantes de la isla que, alguna vez en su vida, no se hayan sentado a tomar un café o a calmar la sed en este mítico santuario del ocio y la diversión. La respuesta inmediata a la pregunta en dónde quedamos a la hora de concertar una cita en La Villa, tanto por los autóctonos como por los visitantes en misiones de negocios, turismo o en tránsito a las otras islas, la mayoría de las veces la respuesta es en “el quiosco”, sin tener que adicionar ningún otro calificativo, ya que se da por sentado a cuál nos estamos refiriendo.
Se necesitarían infinidad de páginas si quisiéramos transcribir los episodios de todo tipo que, en el devenir de los años, han tenido y continúan teniendo lugar en este variopinto y plural aposento, tan bien resguardado de las inclemencias meteorológicas que, con cierta frecuencia, inciden en la villa capitalina. Momentos musicales clásicos y populares; animadas verbenas hasta altas horas de la madrugada; tertulias políticas en la etapa de la dictadura y en la democrática; intensas discusiones deportivas, en especial futbolísticas; apasionados encuentros amorosos no exentos de infidelidades y cuitas, y alguna que otra pelea entre exaltados intervinientes forman parte del amplio menú de actividades que, sin duda, se han tejido y se seguirán tejiendo en su entorno. Y todo, aderezado por el socorrido café mañanero para los madrugadores, acompañado o no de la consabida copita de parra, reconfortantes desayunos a base de gustosos zumos naturales con sándwiches o bocadillos, seguido por los tentempiés de media mañana y del mediodía con las refrescantes cañas y las típicas tapas, más los güisquis y cubatas de la tarde-noche para un buen cierre de jornada.
En definitiva, un entrañable lugar cargado de nostalgia positiva y de imborrables e imperecederos recuerdos para varias generaciones de gomeros, al igual que para los asiduos y esporádicos visitantes.
![[Img #101443]](https://gomeraverde.es/upload/images/11_2025/3362_leoncio-bento-480x.jpg)
Leoncio Bento Bravo
Palabras que, lógicamente, acaban siendo oficializadas por la Real Academia de la Lengua y adaptadas a nuestro idioma, bien conservando la forma original de procedencia o con una ligera modificación. Lo realmente curioso es que estas palabras las hacemos tan nuestras en el día a día de la comunicación que acaban desplazando los innumerables sinónimos ya existentes que, hasta las nuevas incorporaciones, siempre habíamos utilizado. Son infinidad los ejemplos que testifican lo antedicho, y la sensación que deja esta circunstancia, por lo menos a mi humilde conocimiento, es como si lo importado, solo por el hecho de serlo, tuviera siempre que estar por encima de los vocablos vernáculos de toda la vida.
Pues bien, uno de estos ejemplos lo tenemos en el uso cotidiano del término quiosco o kiosco, ya que de las dos maneras se puede nominar. Procedente del vocablo francés kiosque, fue incorporado a nuestro diccionario a finales del siglo XIX y, desde entonces, es la utilización preponderante cuando nos referimos a una pequeña edificación al aire libre, en las calles, plazas, parques y jardines del paisaje urbano. Tanto que sus equivalentes en español, chiringuito, puesto, pérgola, tenderete, templete, etc., entre otros muchos, podríamos decir que han pasado a mejor vida, puesto que ninguno de ellos tiene el arraigo semántico de quiosco, cuyo amplio y diverso abanico de utilidades permanece intacto en el discurrir de los años: desde la venta de prensa, revistas y tebeos, a infinidad de productos gastronómicos, pasando por la información turística, la celebración de conciertos de música en los situados en plazas y jardines, normalmente, los días festivos a la mañana, y haciendo de tarima para la orquesta de alguna que otra verbena popular en las fiestas patronales.
En La Gomera, varios quioscos han ocupado y siguen ocupando espacio en diferentes lugares de los seis municipios que la conforman. Pero, a mi entender, solo uno, el situado en la plaza principal de San Sebastián, bajo la sombra de los frondosos laureles de Indias centenarios, ha sido, es y seguirá siendo el quiosco por excelencia, el quiosco con mayúscula. Desde su primera versión arquitectónica allá por los años veinte del siglo pasado hasta la estructura actual después de la reforma de los años sesenta, ahí lo tenemos desempeñando un papel protagonista como testigo permanente de la historia reciente de la isla.
No me equivoco al afirmar que se cuentan con los dedos de una mano los habitantes de la isla que, alguna vez en su vida, no se hayan sentado a tomar un café o a calmar la sed en este mítico santuario del ocio y la diversión. La respuesta inmediata a la pregunta en dónde quedamos a la hora de concertar una cita en La Villa, tanto por los autóctonos como por los visitantes en misiones de negocios, turismo o en tránsito a las otras islas, la mayoría de las veces la respuesta es en “el quiosco”, sin tener que adicionar ningún otro calificativo, ya que se da por sentado a cuál nos estamos refiriendo.
Se necesitarían infinidad de páginas si quisiéramos transcribir los episodios de todo tipo que, en el devenir de los años, han tenido y continúan teniendo lugar en este variopinto y plural aposento, tan bien resguardado de las inclemencias meteorológicas que, con cierta frecuencia, inciden en la villa capitalina. Momentos musicales clásicos y populares; animadas verbenas hasta altas horas de la madrugada; tertulias políticas en la etapa de la dictadura y en la democrática; intensas discusiones deportivas, en especial futbolísticas; apasionados encuentros amorosos no exentos de infidelidades y cuitas, y alguna que otra pelea entre exaltados intervinientes forman parte del amplio menú de actividades que, sin duda, se han tejido y se seguirán tejiendo en su entorno. Y todo, aderezado por el socorrido café mañanero para los madrugadores, acompañado o no de la consabida copita de parra, reconfortantes desayunos a base de gustosos zumos naturales con sándwiches o bocadillos, seguido por los tentempiés de media mañana y del mediodía con las refrescantes cañas y las típicas tapas, más los güisquis y cubatas de la tarde-noche para un buen cierre de jornada.
En definitiva, un entrañable lugar cargado de nostalgia positiva y de imborrables e imperecederos recuerdos para varias generaciones de gomeros, al igual que para los asiduos y esporádicos visitantes.








Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.6