La Piratería En San Sebastián De La Gomera
A lo largo de su historia, la bahía de San Sebastián fue elegida en numerosas ocasiones como objetivo de corsarios a causa de sus excelentes condiciones de refugio para guarecerse de tempestades en toda época del año.
Al tratarse de una bahía prácticamente desguarnecida y de fácil acceso provocó que fuera utilizada por piratas de distintas nacionalidades en numerosas ocasiones.
Otro factor que contribuyó a la presencia en la isla de estos corsarios fue el tráfico comercial con las Indias que aunque no alcanzó las cotas obtenidas por las islas de realengo sí que se despachaba algún que otro navío con este destino, y otros o bien se refugiaban embarcaciones esperando poder cargar en el puerto de Garachico.
Por tanto se puede afirmar que la Gomera, por todo lo comentado anteriormente, se convierte en un objetivo codiciado para los piratas, de ahí que sean conocidas las numerosas invasiones que padece, especialmente en los siglos XVI y XVII. De todas ellas se podrían destacar por sus repercusiones destructivas las de 1.571, 1.599 y 1.618 a cargo de franceses, holandeses y argelinos respectivamente. De Todas formas, habría que decir que los ataques navales contra la Gomera comienzan en la segunda mitad del siglo XV siendo los objetivos unas veces los navíos fondeados en la bahía de San Sebastián o en el peor de los casos, ataques directos contra la capital, produciéndose saqueos, incendios y destrucción de parte de los edificios más importantes.
Un aspecto muy a tener en cuenta para entender esta oleada de corsarios en la isla es la aceptación de la convivencia pacífica tanto de los vecinos coma de los Titulares del Señorío. Éstos y la oligarquía con excedentes suficientes obtenían importantes beneficios económicos con el rescate de prisioneros e intercambio de productos. A cambio, los corsarios utilizaban la bahía como lugar para esperar las flotas a su paso por la isla, al mismo tiempo que obtenían avituallamiento. Observamos por tanto, como existe una cierta colaboración entre los corsarios y los Señores de la isla, movida siempre por el interés económico que hay en este «intercambio comercial fraudulento», ya que los corsarios aunque en sus países de origen eran considerados héroes de guerra, para la Corona española eran enemigos.
Pasando ya al relato propiamente dicho de estos ataques hay que comenzar por el que se produjo el 24 de agosto de 1.571 cuando arriba a la isla el pirata francés Jean de Capdeville al mando de cuatro navíos franceses y uno de nacionalidad inglesa. De forma inesperada, los franceses desembarcaron en el puerto y sitiaron la Villa obligando a los nativos del lugar a refugiarse en el interior. Los corsarios hugonotes después de saquear el pueblo lo incendiaron, desapareciendo los archivos y malográndose los edificios principales como el «Convento de los Santos Reyes». La población, aunque reaccionó tarde, emprendió un contraataque desde donde se habían ocultado, que provocó la retirada de los piratas.
El 13 de julio de 1.599 arribó a la bahía capitalina el corsario holandés Pieter Van der Does que venia de atacar a Gran Canaria. La estrategia desarrollada para sorprender a los vecinos de la villa fue diferente a lo que realizaban habitualmente. Para ello, desembarcaron una parte de los efectivos que traían en la playa de Abalo, a unos pocos kilómetros al norte de San Sebastián, con la finalidad de atacar por la espalda a las fuerzas de resistencia gomeras. Al mismo tiempo, hacían su entrada por la bahía, estableciendo así dos frentes de ataque. Los soldados isleños, en previsión del ataque frontal y con intención de engañar a los holandeses habían enterrado en la playa tres cañones de bronce y las campanas de la Iglesia. Mientras, los señores de la isla se retiraron a su hacienda de los Chejelipes, al fondo del barranco de San Sebastián. La defensa gomera fue muy valiente y arriesgada pero no pudieron vencer al grueso de la escuadra holandesa que incendió el pueblo y rescató la artillería y las campanas. El 21 de julio, los holandeses abandonaron San Sebastián dejándolo materialmente arrasada.
Para finalizar estos relatos, hay que mencionar la violenta Invasión argelina que capitaneada por Tabac y Solimán y compuesta por sesenta navíos se presentó en la Gomera, después de saquear Lanzarote el día 20 de mayo de 1.618. Era tal la mayoría de las tropas invasoras que toda la población huyó hacia el interior, dejando la villa totalmente abandonada. Incluso el propio Señor, D Gaspar de Castilla y Guzmán, huyó a refugiarse con su familia en La Palma. Los argelinos como no encontraron resistencia alguna se dedicaron a saquear el pueblo y a realizar incursiones hacia el interior encontrando algunos nativos que fueron posteriormente vendidos en Argel como esclavos. Antes de abandonar la villa, prendieron fuego a la Iglesia mayor, la residencia señorial y un gran número de casas particulares quedando también la Torre del Conde totalmente desmantelada.
A partir de este acontecimiento el temor se hizo presa de los lugareños que durante mucho tiempo suspendieron sus relaciones comerciales con otras islas por miedo a nuevos ataques.
Artículo de José Juan Padrón Padilla
ESEKEN, edición impresa Nº 7, pag. 3
Al tratarse de una bahía prácticamente desguarnecida y de fácil acceso provocó que fuera utilizada por piratas de distintas nacionalidades en numerosas ocasiones.
Otro factor que contribuyó a la presencia en la isla de estos corsarios fue el tráfico comercial con las Indias que aunque no alcanzó las cotas obtenidas por las islas de realengo sí que se despachaba algún que otro navío con este destino, y otros o bien se refugiaban embarcaciones esperando poder cargar en el puerto de Garachico.
Por tanto se puede afirmar que la Gomera, por todo lo comentado anteriormente, se convierte en un objetivo codiciado para los piratas, de ahí que sean conocidas las numerosas invasiones que padece, especialmente en los siglos XVI y XVII. De todas ellas se podrían destacar por sus repercusiones destructivas las de 1.571, 1.599 y 1.618 a cargo de franceses, holandeses y argelinos respectivamente. De Todas formas, habría que decir que los ataques navales contra la Gomera comienzan en la segunda mitad del siglo XV siendo los objetivos unas veces los navíos fondeados en la bahía de San Sebastián o en el peor de los casos, ataques directos contra la capital, produciéndose saqueos, incendios y destrucción de parte de los edificios más importantes.
Un aspecto muy a tener en cuenta para entender esta oleada de corsarios en la isla es la aceptación de la convivencia pacífica tanto de los vecinos coma de los Titulares del Señorío. Éstos y la oligarquía con excedentes suficientes obtenían importantes beneficios económicos con el rescate de prisioneros e intercambio de productos. A cambio, los corsarios utilizaban la bahía como lugar para esperar las flotas a su paso por la isla, al mismo tiempo que obtenían avituallamiento. Observamos por tanto, como existe una cierta colaboración entre los corsarios y los Señores de la isla, movida siempre por el interés económico que hay en este «intercambio comercial fraudulento», ya que los corsarios aunque en sus países de origen eran considerados héroes de guerra, para la Corona española eran enemigos.
Pasando ya al relato propiamente dicho de estos ataques hay que comenzar por el que se produjo el 24 de agosto de 1.571 cuando arriba a la isla el pirata francés Jean de Capdeville al mando de cuatro navíos franceses y uno de nacionalidad inglesa. De forma inesperada, los franceses desembarcaron en el puerto y sitiaron la Villa obligando a los nativos del lugar a refugiarse en el interior. Los corsarios hugonotes después de saquear el pueblo lo incendiaron, desapareciendo los archivos y malográndose los edificios principales como el «Convento de los Santos Reyes». La población, aunque reaccionó tarde, emprendió un contraataque desde donde se habían ocultado, que provocó la retirada de los piratas.
El 13 de julio de 1.599 arribó a la bahía capitalina el corsario holandés Pieter Van der Does que venia de atacar a Gran Canaria. La estrategia desarrollada para sorprender a los vecinos de la villa fue diferente a lo que realizaban habitualmente. Para ello, desembarcaron una parte de los efectivos que traían en la playa de Abalo, a unos pocos kilómetros al norte de San Sebastián, con la finalidad de atacar por la espalda a las fuerzas de resistencia gomeras. Al mismo tiempo, hacían su entrada por la bahía, estableciendo así dos frentes de ataque. Los soldados isleños, en previsión del ataque frontal y con intención de engañar a los holandeses habían enterrado en la playa tres cañones de bronce y las campanas de la Iglesia. Mientras, los señores de la isla se retiraron a su hacienda de los Chejelipes, al fondo del barranco de San Sebastián. La defensa gomera fue muy valiente y arriesgada pero no pudieron vencer al grueso de la escuadra holandesa que incendió el pueblo y rescató la artillería y las campanas. El 21 de julio, los holandeses abandonaron San Sebastián dejándolo materialmente arrasada.
Para finalizar estos relatos, hay que mencionar la violenta Invasión argelina que capitaneada por Tabac y Solimán y compuesta por sesenta navíos se presentó en la Gomera, después de saquear Lanzarote el día 20 de mayo de 1.618. Era tal la mayoría de las tropas invasoras que toda la población huyó hacia el interior, dejando la villa totalmente abandonada. Incluso el propio Señor, D Gaspar de Castilla y Guzmán, huyó a refugiarse con su familia en La Palma. Los argelinos como no encontraron resistencia alguna se dedicaron a saquear el pueblo y a realizar incursiones hacia el interior encontrando algunos nativos que fueron posteriormente vendidos en Argel como esclavos. Antes de abandonar la villa, prendieron fuego a la Iglesia mayor, la residencia señorial y un gran número de casas particulares quedando también la Torre del Conde totalmente desmantelada.
A partir de este acontecimiento el temor se hizo presa de los lugareños que durante mucho tiempo suspendieron sus relaciones comerciales con otras islas por miedo a nuevos ataques.
Artículo de José Juan Padrón Padilla
ESEKEN, edición impresa Nº 7, pag. 3










Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.47