Domingo, 07 de Septiembre de 2025

Isla de La Gomera
Sábado, 13 de Mayo de 2017

El Pescante de Vallehermoso

Vallehermoso es un pue­blo en alto. Anidado en una prominencia de terreno volcánico. Abajo está el mar. Y entre los dos, campos de plataneras. Es rico el pueblo por las excelencias de sus tierras. Pero estas excelencias no hubieran sido nada, sólo algo aprovechadas en la intimidad, sin la construc­ción de ese pescante por cuya mano alargada rue­da toda la prosperidad de Vallehermoso.

[Img #55163]Pescante de Vallehermoso, 1927


Del Norte de La Gome­ra es este mar de la playa de Vallehermoso el más vio­lento, el más corajudo. Y si nos fijamos en esto, la importancia de esta volun­tad que llevó a cabo la construcción del Pescan­te, crece y se agiganta.


A pesar de todas estas dificultades fué el Pescante de  Vallehermoso, el primero construido en La Gomera. Después vino el de Agulo. Luego el de Hermigua. Por todo ello los tropiezos que se encontraron  en su edificación fueron difíciles de vencer. Sólo una energía y una inteligencia como la de su Director Don Antonio Fernández, pudieron llevar a cabo una empresa que desde los primeros momentos se vio rodeada del más poderoso de los pesimismos, sin duda alguna explicables, para voluntades no templadas en el calor de esa voluntad de Don Antonio Fernández, espíritu  guiador del Pescante de Vallehermoso.


[Img #55164]

Antiguo Pescante de Vallehermoso.Antiguo Pescante de Vallehermoso.


El capital social de la Sociedad del Pescante fue de 25.000 pesetas, cantidad modesta para la importancia de la obra que había de realizarse. Sólo a costa de grandes sacrificios y de un verdadero optimismo pudo sacarse adelante esta construcción, cuyo valor ha sido de 60.000 pesetas y que hoy luce su brazo reluciente al sol y como garantía de la prosperidad agrícola de Vallehermoso. Su importancia ya  lo da escuetamente estas cifras de bultos de fruta que por él ha salido. Durante un año se embarcaron 10.000 atados de tomates y 60.000 huacales de plátanos.


El Pescante de Vallehermoso, orgullo legítimo de un pueblo que se dice trabajador, va unido indisolublemente al nombre de Don Antonio Fernández. El que se haya erguido con su esqueleto de acero frente al mar sólo fue un coronario de una voluntad que se alzó antes que él: la de Don Antonio Fernández; Fernández, espíritu optimista, fuerza maestra de la magnífica empresa.

 

Revista Hespérides. 11 de octubre de 1927.

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