El Romancero Gomero
La Gomera tiene la gran fortuna de contar con un Parque Nacional declarado Patrimonio de la Humanidad y también con un silbo gomero recientemente declarado también por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
![[Img #66354]](https://gomeraverde.es/upload/images/01_2019/2125_00.jpg?43)
Sin embargo, el romancero gomero y el Baile del Tambor creo que debería tener igual condición que el silbo gomero. Basta leer estas palabras del catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), experto en tradición oral, Maximiano Trapero para darnos cuenta de la importancia de nuestro romancero tradicional:
"Hay que decirlo de entrada: la importancia del fenómeno es tal que no admite preámbulos: La Gomera es, con toda probabilidad, el lugar más importante del mundo en cuanto a la conservación y pervivencia del romancero tradicional. Así que cuando hay un unánime lamento por el final de unas costumbres seculares, cuando la cultura tradicional agoniza o se esconde en la marginalidad más extrema, cuando en el caso concreto del romancero -que no es sino una forma de cultura popular- los esfuerzos del investigador por averiguar su pervivencia se convierten en continuos viajes infructuosos, llegar a La Gomera y conocer sus tradiciones populares es haber llegado a un recinto insospechado, una especie de reserva natural en donde, sin fronteras ni leyes protectoras, unos sentimientos populares ancestrales se manifiestan de la misma forma que en otros lugares de la geografía española se manifestaban en los siglos XV y XVI. Es La Gomera ese paraíso perdido del gran romancero panhispánico que abarcó los límites geográficos más fantásticos que poesía popular alguna alcanzase en ninguna otra lengua o cultura de la historia.
Porque la importancia del fenómeno no radica sólo en el hecho de que romances que nacieron en la Edad Media hayan llegado hasta hoy según ese modo peculiar de la transmisión oral, boca a boca y de generación en generación, propio de la literatura tradicional, sino, sobre todo, el que aún hoy el canto de los romances siga siendo un rito lleno de funcionalidad para el pueblo gomero."
(Revista de Folklore, 1999)
La riqueza del repertorio romancístico de La Gomera no sólo viene atestiguada por la cantidad de temas conservados, la calidad poética de sus versiones o la vitalidad envidiable del romance, que aún hoy sigue formando parte de la cotidianidad festiva de sus transmisores.
Lo primero que llama la atención al estudiar los textos romancísticos de La Gomera es el extraordinario conservadurismo de sus versiones; conservadurismo entendido en dos sentidos: la fidelidad de unos textos a una tradición muy arcaica y la inusual perfección de sus versiones. Cuando la marginalidad y el fragmentarismo son las dos notas que caracterizan el término general de la literatura oral de hoy, por ser género desfuncionalizado, asombra la extraña integridad de los textos gomeros. Basta comparar cualquier otro Romancero moderno con el de La Gomera. Una de las causas es, sin duda, la recreación y manifestación constante a que se ve sometido su repertorio entre las gentes de la isla. En La Gomera, el romancero existe para ser cantado, no para guardarlo en la memoria. Por eso es un género vivo, vigente, funcional.
![[Img #66355]](https://gomeraverde.es/upload/images/01_2019/3200_00-a.jpg?33)
Romance del burro y las campanas
El 26 de noviembre
si no me pierdo en la cuenta,
del año cincuenta y cuatro
según dice la leyenda.
Sucedió que don Donato
se había traído de afuera,
magnífico burro blanco
que era la flor de la bestia.
Que lo quiere con delirio
y por cierto es cosa buena
,pero en este mismo día
la desgracia que lo ordena.
Sucedió que don Donato
quiso echar una azotea,
pero en este mismo día
no puede acarrear arena.
Le echaron cincuenta viajes
por una terrible cuesta,
y allegándose a la tarde
le pide al Cielo 'pasensia'.
Ya el animal fatigado
y la comida escasea,
su amo le quitó el sillote,
pero no se daba cuenta,
de que estaba lloviznando
y le puede dar gangrena,
que a los dos pasos que dio
da con su cuerpo en tierra.
Hay que oír al caballero
del modo que se lamenta:
"Tú que por mi causa has muerto
es razón yo también muera".
Al medio de estos lamentos,
allí la mujer se acercadiciendo:
"Antonio del alma,
tú que mis males remedias,
llamarás cuatro vecinos
que vayan a la carrera.
Avisen a don Francisco,
que le mande cuatro sueros
contra el pasmo y la 'enfermiá".
En esto llegó la hija,
un queso, una chica nueva.
Es tan poco delicada,
pero de mucha experiencia,
se acercó a tomar pulso.
Ha dicho de esta manera:
"Está muerto no hay remedio,
pedirle al Cielo 'pasensia'.
Se acordaron al instante,
a la memoria les llega,
de que doble las campanas
un monaguillo cualquiera.
Avisen al de Conchilla
por si le queda más cerca,
y si acaso no está ése
atraviesen la Alameda.
Avisen con diligencia
al hijo'e Tomás Herrera;
y si no al de Jorge Díaz,
que vive por Las Hoyetas.
A no avisar al sorchante,
que ésta es la cosa más seria".
Pero éste al enterarse,
de esta manera'e blasfemia:
"Esto de doblar por burros
se usará aquí en La Gomera;
en La Palma no se usa,
y ni oírlo yo quisiera".
Sin embargo, el romancero gomero y el Baile del Tambor creo que debería tener igual condición que el silbo gomero. Basta leer estas palabras del catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), experto en tradición oral, Maximiano Trapero para darnos cuenta de la importancia de nuestro romancero tradicional:
"Hay que decirlo de entrada: la importancia del fenómeno es tal que no admite preámbulos: La Gomera es, con toda probabilidad, el lugar más importante del mundo en cuanto a la conservación y pervivencia del romancero tradicional. Así que cuando hay un unánime lamento por el final de unas costumbres seculares, cuando la cultura tradicional agoniza o se esconde en la marginalidad más extrema, cuando en el caso concreto del romancero -que no es sino una forma de cultura popular- los esfuerzos del investigador por averiguar su pervivencia se convierten en continuos viajes infructuosos, llegar a La Gomera y conocer sus tradiciones populares es haber llegado a un recinto insospechado, una especie de reserva natural en donde, sin fronteras ni leyes protectoras, unos sentimientos populares ancestrales se manifiestan de la misma forma que en otros lugares de la geografía española se manifestaban en los siglos XV y XVI. Es La Gomera ese paraíso perdido del gran romancero panhispánico que abarcó los límites geográficos más fantásticos que poesía popular alguna alcanzase en ninguna otra lengua o cultura de la historia.
Porque la importancia del fenómeno no radica sólo en el hecho de que romances que nacieron en la Edad Media hayan llegado hasta hoy según ese modo peculiar de la transmisión oral, boca a boca y de generación en generación, propio de la literatura tradicional, sino, sobre todo, el que aún hoy el canto de los romances siga siendo un rito lleno de funcionalidad para el pueblo gomero."
(Revista de Folklore, 1999)
La riqueza del repertorio romancístico de La Gomera no sólo viene atestiguada por la cantidad de temas conservados, la calidad poética de sus versiones o la vitalidad envidiable del romance, que aún hoy sigue formando parte de la cotidianidad festiva de sus transmisores.
Lo primero que llama la atención al estudiar los textos romancísticos de La Gomera es el extraordinario conservadurismo de sus versiones; conservadurismo entendido en dos sentidos: la fidelidad de unos textos a una tradición muy arcaica y la inusual perfección de sus versiones. Cuando la marginalidad y el fragmentarismo son las dos notas que caracterizan el término general de la literatura oral de hoy, por ser género desfuncionalizado, asombra la extraña integridad de los textos gomeros. Basta comparar cualquier otro Romancero moderno con el de La Gomera. Una de las causas es, sin duda, la recreación y manifestación constante a que se ve sometido su repertorio entre las gentes de la isla. En La Gomera, el romancero existe para ser cantado, no para guardarlo en la memoria. Por eso es un género vivo, vigente, funcional.
Romance del burro y las campanas
El 26 de noviembre
si no me pierdo en la cuenta,
del año cincuenta y cuatro
según dice la leyenda.
Sucedió que don Donato
se había traído de afuera,
magnífico burro blanco
que era la flor de la bestia.
Que lo quiere con delirio
y por cierto es cosa buena
,pero en este mismo día
la desgracia que lo ordena.
Sucedió que don Donato
quiso echar una azotea,
pero en este mismo día
no puede acarrear arena.
Le echaron cincuenta viajes
por una terrible cuesta,
y allegándose a la tarde
le pide al Cielo 'pasensia'.
Ya el animal fatigado
y la comida escasea,
su amo le quitó el sillote,
pero no se daba cuenta,
de que estaba lloviznando
y le puede dar gangrena,
que a los dos pasos que dio
da con su cuerpo en tierra.
Hay que oír al caballero
del modo que se lamenta:
"Tú que por mi causa has muerto
es razón yo también muera".
Al medio de estos lamentos,
allí la mujer se acercadiciendo:
"Antonio del alma,
tú que mis males remedias,
llamarás cuatro vecinos
que vayan a la carrera.
Avisen a don Francisco,
que le mande cuatro sueros
contra el pasmo y la 'enfermiá".
En esto llegó la hija,
un queso, una chica nueva.
Es tan poco delicada,
pero de mucha experiencia,
se acercó a tomar pulso.
Ha dicho de esta manera:
"Está muerto no hay remedio,
pedirle al Cielo 'pasensia'.
Se acordaron al instante,
a la memoria les llega,
de que doble las campanas
un monaguillo cualquiera.
Avisen al de Conchilla
por si le queda más cerca,
y si acaso no está ése
atraviesen la Alameda.
Avisen con diligencia
al hijo'e Tomás Herrera;
y si no al de Jorge Díaz,
que vive por Las Hoyetas.
A no avisar al sorchante,
que ésta es la cosa más seria".
Pero éste al enterarse,
de esta manera'e blasfemia:
"Esto de doblar por burros
se usará aquí en La Gomera;
en La Palma no se usa,
y ni oírlo yo quisiera".
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