Como hemos cambiado...
“Di...qué nos ha pasado...”, como decía la inolvidable canción de Cómplices. Lo escribo porque hace dos años, el COVID se comía nuestras vidas, y nuestras muertes. Y ya nadie habla del COVID, como hemos cambiado, que lejos ha quedado...Cada semana estábamos pendientes de cuánta gente moría. Y lo peor es que ha día de hoy sigue muriendo gente, pero ya nos hemos olvidado.
![[Img #89758]](https://gomeraverde.es/upload/images/04_2023/3774_santiago-n-480-309.jpg)
Santiago Negrín Dorta
Estuvimos casi un mes de confinamiento total, vivimos con mascarillas (que llegamos a pagar a precio de oro), hasta hace nada. Solo teníamos tres destinos disponibles, el Super (dónde nos peleábamos por entrar...), la gasolinera y la farmacia. Hubo gente que ni pisó la calle en varios meses. El miedo a enfermar, y a morir incluso, nos comió. Pero ya, afortunadamente, está olvidado.
Ni si quiera podíamos velar a nuestros seres queridos fallecidos. Aplaudíamos a los sanitarios cada tarde, nos consolábamos oyendo el “resistiré” del Dúo Dinámico, e incluso llegamos a cantar “la muerte no es el final”, himno del ejercito dedicado a los caídos. Hubo gente que incluso hizo “fortuna” con la pandemia. Nunca unas mascarillas dieron pa tanto.
Hubo parejas que se rompieron, por tener que soportar una convivencia inédita entre 4 paredes, y otras que se encajaron para amar y vivir, como el zapatito de cristal al pie de la cenicienta. Los políticos se tiraron los trastos por arriba y por abajo, y ya nadie sabe donde está Fernando Simón, el médico-portavoz, que encandiló al mundo diciendo, cuando comenzó la “vaina”, que: “aquello era un tema puntual, y se darían unos cuantos casos”. Ay mi cabeza...
Hoy, podemos volver la vista atrás, y recordar que estamos vivos, aunque hayamos cambiado, en comportamientos y costumbres. Y yo personalmente, en algo no he cambiado, y es en no poder olvidar a las buenas personas que se fueron. Viviré con eso, y lo asumo con el sabor amargo del llanto eterno, como cantaba Serrat. Como hemos cambiado...
Santiago Negrín Dorta
Estuvimos casi un mes de confinamiento total, vivimos con mascarillas (que llegamos a pagar a precio de oro), hasta hace nada. Solo teníamos tres destinos disponibles, el Super (dónde nos peleábamos por entrar...), la gasolinera y la farmacia. Hubo gente que ni pisó la calle en varios meses. El miedo a enfermar, y a morir incluso, nos comió. Pero ya, afortunadamente, está olvidado.
Ni si quiera podíamos velar a nuestros seres queridos fallecidos. Aplaudíamos a los sanitarios cada tarde, nos consolábamos oyendo el “resistiré” del Dúo Dinámico, e incluso llegamos a cantar “la muerte no es el final”, himno del ejercito dedicado a los caídos. Hubo gente que incluso hizo “fortuna” con la pandemia. Nunca unas mascarillas dieron pa tanto.
Hubo parejas que se rompieron, por tener que soportar una convivencia inédita entre 4 paredes, y otras que se encajaron para amar y vivir, como el zapatito de cristal al pie de la cenicienta. Los políticos se tiraron los trastos por arriba y por abajo, y ya nadie sabe donde está Fernando Simón, el médico-portavoz, que encandiló al mundo diciendo, cuando comenzó la “vaina”, que: “aquello era un tema puntual, y se darían unos cuantos casos”. Ay mi cabeza...
Hoy, podemos volver la vista atrás, y recordar que estamos vivos, aunque hayamos cambiado, en comportamientos y costumbres. Y yo personalmente, en algo no he cambiado, y es en no poder olvidar a las buenas personas que se fueron. Viviré con eso, y lo asumo con el sabor amargo del llanto eterno, como cantaba Serrat. Como hemos cambiado...
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